viernes, diciembre 01, 2006

SUCH A PERFECT WORLD

Hoy hace un mes y medio que busco trabajo. Me he levantado a las siete de la mañana y me he mirado los pies. Necesito cortarme las uñas. Ése ha sido mi primer pensamiento del día, será fácil imaginar el resto.
Me entero por la televisión que el salario medio de un español es de más de mil quinientos euros al mes. Esto me coloca en un callejón filosófico sin salida: si la televisión dice la verdad, entonces el mundo externo que percibo no existe y la famosa teoría del cerebro en la cubeta es cierta. En efecto, ¿cómo sé que no soy un cerebro en una cubeta conectado a un ordenador que genera dentro de mí todas las cosas que veo y creo ciertas, por ejemplo mis amigos trabajando cincuenta horas a la semana por ochocientos euros al mes, las vergonzosas ofertas de trabajo que he recibido, o el hecho de que no conozco absolutamente a nadie que gane más de mil quinientos euros al mes honradamente? ¿Será que para hacer la estadística han incluido como ocupación remunerada el tráfico de cocaína, que tantos y tantos adolescentes han escogido como primer empleo? ¿O será que la televisión miente? Pero, dios mío, eso no es posible ni en el más escéptico de los experimentos mentales. Ergo la teoría del cerebro en la cubeta es cierta, y yo soy un esferoide de gelatina gris flotando dentro de un barreño lleno de un líquido de aspecto terriblemente amniótico que me mantiene con vida, y conectado por cables a un ordenador que maneja un científico loco que cobra más de mil quinientos euros al mes trabajando en un Mcdonald's, y que dedica sus ratos libres a jugar con mi cerebro. ¡Ahora lo comprendo, coño! ¿Cómo vais a leer mi blog, si no existís? Y yo que empezaba a tomároslo a mal! ¿Y qué científico podría ser tan pérfido como para provocarme una alucinación con la forma de Queque? ¡Ouch!
Como siempre, sólo el ejercicio constante de la virtud podrá salvarnos de tan nocivas especulaciones filosóficas: sacrificio, deporte, una vida sana, limpia, casta y simple; la lectura de este blog preñado de bondades éticas; y la compra masiva de mi libro de poemas.

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