martes, diciembre 12, 2006

ESCLAVITUD, DIVINO TESORO

Hay dos maneras de acabar con la esclavitud. La primera consiste en eliminarla de la faz de la tierra. La segunda, en generalizarla. En efecto, en una sociedad formada íntegramente por esclavos la esclavitud dejaría de ser percibida como tal; se la consideraría como una condición, digamos, natural de la existencia, indistinguible de ésta; al desaparecer como concepto que sugiere un fallo en la condición natural del hombre ( la libertad), dejaría de ser percibida. Y lo no percibido no inquieta a la conciencia, no existe. Esta segunda opción -generalizarla- ha sido la elegida por nuestra sociedad para acabar con la esclavitud. Todo el mundo es esclavo, por lo que todo el mundo se piensa libre. DE TODAS LAS FORMAS DE ESCLAVITUD, LA ESCLAVITUD QUE SE DESCONOCE A SÍ MISMA ES LA MENOS HUMANA. Vivimos la menos humana de las épocas vividas por la Humanidad, ya de por sí poco dada a comportarse como un ser humano.

Cuando yo era joven -hace ya de eso casi tres mil años- la esclavitud era una catástrofe del Destino, lo más triste que podía sucederle a una persona. Podía suceder, sin embargo, que uno tuviese la fortuna de caer bajo el dominio de un hombre justo y sabio; la esclavitud desaparecía entonces, pues el esclavo permanecía junto a su señor conscientemente, y por voluntad propia. Tal fue mi caso: yo, hijo de un rey, no encontré mejor manera de dar sentido a mi vida que la de pasarla junto a mi señor Odiseo, en juicio y apariencia semejante a los dioses. La asombrosa degradación de nuestro siglo ha llegado a tal extremo que muchos, al leer esto, me mirarían con desprecio; los mismos que, acto seguido, firmarían sin vacilar una hipoteca que comprometería la mayor parte de sus salarios por el resto de sus vidas, y aún las de sus hijos, para mayor gloria no de un hombre justo, o un gran guerrero, o un sabio, sino de una entidad abstracta llamada Banco que pasaría desde ese momento a tomar el control absoluto de sus vidas. Tras lo cual, seguramente, se irían al cine o a tomar una copa muy satisfechos, pensando que son libres, porque no tienen que pedirle permiso al Banco para hacerlo. Preguntadle a un esclavo de la Roma Imperial si se consideraba un ciudadano libre porque su amo le permitía acudir a las veladas en el Circo, después de su trabajo. ¡Se partiría de risa! Pero nuestra época ha perdido el sentido del humor.

¡Y si sólo fuera el Banco! ¡Humanidad, Humanidad doliente y nunca lo bastante sodomizada! ¿Cuándo despertarás?

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio